miércoles, 20 de febrero de 2013

5. Encefalización y ciclo vital: incremento del volumen cerebral; estrechamiento de la pelvis; dificultades en el parto.


El cerebro de Homo sapiens, en relación a la masa corporal, es uno de los más grandes. Más llamativo es el consumo de energía metabólica (por ejemplo, la producida por la "combustión" de la glucosa) que requiere el cerebro: un 20% de toda la energía corporal, y aun cuando la longitud de los intestinos humanos evidencian los problemas que se le presentan. El tamaño absoluto del encéfalo no es una buena medida de la inteligencia, ya que su volumen depende del tamaño del cuerpo. Los humanos tenemos un peso del cerebro en torno a los 1250-1350 gramos. Pero no somos los mamíferos con el mayor encéfalo, nos superan los grandes mamíferos como elefante africano (alrededor de 5.600 g de encéfalo) o las ballenas (6.800 g). El encéfalo cumple otras misiones, como la coordinación del funcionamiento resto del cuerpo, y por lo tanto debe ser grande en especies de gran tamaño corporal. Para corregir este fenómeno y conocer el tamaño relativo del encéfalo, podemos elaborar un índice entre el tamaño del cuerpo y el encéfalo.  


La adopción de la postura erecta, hace cuatro millones de años, obligó a drásticas modificaciones en el organismo de la hembra de la especie. Una de esas exigencias afectó al mecanismo del parto. Para que la bipedestación fuera posible tuvo que modificarse la arquitectura de la pelvis y, por consiguiente, la estructura del llamado canal del parto, que es el conjunto de cavidades óseas y de partes blandas que tiene que atravesar el feto para salir desde el interior del útero al exterior. Para que la bipedestación fuera posible, también se tuvo que resolver el problema del parto con estos cambios anatómicos.
En los homínidos, al tener las hembras la vagina hacia delante y formando un ángulo con el útero, y a causa de las modificaciones de los huesos de la pelvis, el canal se ha girado de tal forma que los diámetros máximos de la entrada y la salida son perpendiculares uno con otro.
El neonato humano debe realizar una serie de rotaciones para atravesar este tortuoso pasadizo entre los huesos de la pelvis. Para ello, la columna vertebral del feto se arquea, y se flexiona mucho la cabeza hacia la espalda. La cabeza casi siempre sale con el occipucio hacia el vientre de la madre, y la nuca del recién nacido apoyada en el pubis de la madre.
             


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